Miradme, hijos Mios, miradme Crucificado

20 julio, 2011

Sabed que Yo Miguel Arcángel podría ser ahora también un demonio si hubiera secundado a Lucifer en su ciega locura de querer ser como Dios

Hijos de Dios Altísimo, soy Miguel Arcángel, Príncipe Celestial, servidor del Todopoderoso y siervo de María Santisima.

Me dirijo a vosotros almas pecadoras que andáis enfangados en este mundo por innumerables pecados de toda índole, sabed que hay almas en el infierno por un solo pecado mortal del que no quisieron arrepentirse, ni pedir perdón a Dios por el cuando pudieron hacerlo.

Sabed que Yo Miguel Arcángel podría ser ahora también un demonio si hubiera seguido el grito de Lucifer “Non serviam” y lo hubiera secundado en su ciega locura de querer ser como Dios. Pero el luchar contra el y no querer seguir su sed de amor a si mismo, me hizo estar eternamente junto a la Santisima Trinidad de la que soy sumiso servidor y junto a los bienaventurados.

Ahora os pido lo mismo, que vosotros, almas pecadoras, luchéis contra Satanás que cada día toma más terreno en este mundo, imponiendo a través de sus seguidores leyes satánicas en contra de la vida y, pretendiendo los gobernantes que están llenos de inmundicia, decidir lo que es mejor para las personas, ellos que no saben ni mirar por sus propias almas. Ellos, hombres sin fe, pretendiendo erigirse dioses y decidir quien nace o quien muere.

Hijos de Dios Altísimo, luchad contra estas leyes con todos los medios posibles a vuestro alcance, porque aunque parezca que la victoria es del Mal, no será así, que Dios Altísimo bendice al que lucha por los intereses divinos, e interés de Dios es que la vida sea respetada en todas sus facetas y edades, que ya El, Todopoderoso, sabrá cuando tiene que tomarla o establecerla.

Quien lucha contra Satanás de una forma u otra, tendrá un puesto en la eternidad, porque quien en esta vida  arruinó los planes del Infierno, en la otra gozará de las recompensas celestiales. Yo, Miguel Arcángel, os hablo.

Paz a vosotros, hijos de Dios de buena voluntad. Id a María Santisima la Madre del Redentor a rogar por todas las batallas que emprendáis, que Ella solícita no negará a ningún verdadero hijo de Dios su inestimable y valedora ayuda. Yo, Miguel Arcángel, Príncipe Celestial, os hablo.

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