Hijos Míos, hoy celebráis Mi Divina Misericordia, y Yo os digo que os acojáis a ella sin posponerlo por más tiempo, porque llegará un día que el alma que no se haya acogido lo lamentará eternamente. Yo, Jesús Misericordioso, os hablo.
¿Y como debéis acogeros? os preguntareis. Hijos, sumergiros en las profundidades de vuestra alma y sed conscientes de los innumerables pecados que tenéis, unos de acción, otros de omisión, otros de intención y aceptadlos humildemente, ponedlos ante Mi Divina Misericordia y confesadlos y, una vez confesados con verdadero propósito de no volver a pecar, ya no miréis hacia atrás, ya no os turben esos pecados, ni os desaliente la contemplación de vuestra alma pecadora y cargada de inmundicia, porque lavados en el Sacramento de la Penitencia ya están perdonados y arrancados de vuestra alma. Yo, Jesús, Divina Misericordia, os hablo.
Hijos, para salvaros debéis de cumplir los preceptos de la Santa Madre Iglesia y debéis cumplirlos de igual forma que debéis cumplir Mis mandamientos. Tenéis que oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar y santificar las fiestas que cada día las vivís más paganamente y en muchísimos casos más pecaminosamente. Yo, Jesús Misericordioso, os hablo.
Sacerdotes, predicad Mi Divina Misericordia pero sin que las almas crean que Yo perdono sin más, sin poner el alma nada de su parte, porque eso es una herejía, el alma debe tener voluntad de salir del pecado y confesarlos, y debe poner los medios a su alcance, pero por pecadora que sea una persona y haya hecho pecados atroces, todo lo quema el fuego de Mi Divina Misericordia si ella tiene voluntad de salir del pecado y da los pasos correspondientes. Yo, Jesús Misericordioso, os hablo.
Si una persona quiere sanar de una enfermedad va al medico, si este le receta cosas para sanar y no las pone en practica, difícilmente sanará de la enfermedad porque solo la intención de sanar no vale, sino la voluntad y el esfuerzo que se ponga. Así que hijos, salid de vuestra inmundicia y acogeros a Mi Divina Misericordia y que nos os engañe Mi enemigo mortal haciéndoos creer que para vosotros no hay ni perdón, ni salvación, porque establecí esta fiesta para almas cuyos pecados son multitud y atroces. Yo, Jesús Misericordioso, os hablo y os instruyo. Mi paz a todo aquel que creyendo en estos mensajes los pone en práctica.
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