Alma Mía, tu soledad y desarraigo de las cosas del mundo Me atraen aun mucho más a tu corazón sensible y dolorido. Veo tu dolor y lo comparto contigo, pero tengo que decirte que tu dolor no será estéril, no sufres en vano, porque todo el que sufre unido a Mí, no sufre estérilmente, Yo, Jesús, tu Salvador, te hablo.
Intensifica la oración y ofréceme todas aquellas cosas que más te cuestan. Ofreciéndome un sacrificio que te cuesta es más provechoso que uno que te cueste menos (aunque sea mayor), porque es el esfuerzo lo que valoro y no el sacrificio en sí.
Alma Mía, recuerda Mis palabras en Getsemení, Yo pedí a Mi Padre Eterno que pasara de Mí el cáliz que tenía que beber y que desde toda la eternidad Me tenía preparado. Como humano que era repudiaba el dolor, el sacrificio, pero como buen Hijo siempre dispuesto a hacer la voluntad de Mi Padre Eterno, deseaba mucho más que se cumpliera Su voluntad a que Me librara de Mi amarga y dolorosísima Pasión.
Mi Padre vio el esfuerzo que todo eso supuso en Mi carne mortal. Pues como verdadero Hombre también a Mí el dolor me producía rechazo, y además, pensaba todo lo que pasaría Mi Madre con Mi amarga Pasión, pero ya ves alma que con Mi Pasión se hizo la Redención del mundo, abriéndo las puertas del Cielo para todo aquel que quiera entrar, y que viva en Mi Ley y haga en todo momento la voluntad divina, como Yo, el Cordero de Dios, la hice en todo momento.
Las almas no sabéis bien el valor que tiene hacer en todo momento la voluntad de Dios, porque hacerla es cumplir el plan divino que sobre cada alma Dios ha decidido, y el alma que hace en todo momento la voluntad de Dios, está llena de bendiciones y de frutos en su sazón. Yo, Jesús, os hablo.
Hijos Míos, en este año que ha comenzado proponeros vencer algunas batallas. Esos vicios, esos malos hábitos que os esclavizan, esas costumbres paganas que vivís, procurad que vuestra vida sea cada día más cristiana, más santa, más fructuosa, y mirad que digo cada día, porque cada día tenéis que vencer las batallas y no esperar a que todo os lo de hecho el Cielo, porque el esfuerzo y la voluntad de querer santificaros, debéis ponerlos vosotros, y el Cielo, os dará su gracia para que ese deseo y voluntad que tenéis de cambiar, sea efectivo. Yo, Jesús, os hablo y os bendigo. Mi paz sea para todo aquel que ponga en practica este mensaje.
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