Miradme, hijos Mios, miradme Crucificado

19 mayo, 2010

Para vosotros, sacerdotes de Dios, la oración os ayudará suavemente a sobrellevar vuestro celibato, a ser fecundos en vuestro ministerio, a perseverar cada día, a tener valor para confesaros

Los ratos de oración que cada alma haga en el Sagrario, en su alcoba o en su hogar, son como perfumado incienso que llega directamente al Trono de Dios Altísimo, y Este, se recrea en esos diálogos de amor o en cuantas meditaciones se hagan en oración. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

Hijos de Dios, que a muchos de vosotros os parece dura la vida terrenal, no sabéis dar a vuestra vida elementos que os la haga más llevadera y hasta gozosa. No puede estar la Tierra desconectada del Cielo, porque las cosas de la Tierra por sí solas son duras, ya que en el Paraíso por causa del pecado, Dios sentenció al hombre a ganar el pan con el sudor de su frente, y esta sentencia, será por siglos y siglos. Pero ved que si conectáis con el Cielo más a menudo y eleváis vuestro corazón a Dios Altísimo, que además de ser Vuestro Dios es también Vuestro Padre, convertiríais vuestra vida terrenal en algo más fácil de sobrellevar, porque la unión con Dios todo lo hace no solo llevadero, sino gozoso. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

Mirad a Vuestro Redentor el mucho tiempo que pasaba en oración dialogando con su Padre Eterno, y si El que era la misma santidad oraba y oraba, vosotros que estáis empañados por el pecado, debéis proponeros orar más asiduamente para que podáis sobrellevar la carga y, soportar mejor vuestras limitaciones.

La oración, hijos de Dios, es medicina para el alma, gozo para el espíritu, fuerza para el cuerpo, luz y sabiduría para la mente. Es algo que os ayudará a perseverar en vuestros compromisos tanto espirituales como profesionales, y os podía seguir diciendo muchas cosas más del valor de la oración. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

Para vosotros, sacerdotes de Dios, la oración os ayudará suavemente a sobrellevar vuestro celibato, a ser fecundos en vuestro ministerio, a perseverar cada día, a tener valor para confesaros, a enfervorizados más en la celebración de la Eucaristía, a comprender mejor a las almas en el confesionario y saberlas guiar, a tener luz y sabiduría para vuestras homilías, a ser misericordiosos y desprendidos de las cosas del mundo deseando las del Cielo, y así podría enumerar aún muchas cosas más. Por eso, todos deben orar, los seglares y los sacerdotes, porque la oración no es solo para los sacerdotes, lo es también para los seglares.

No se alcanza gran santidad sin oración, porque la oración hace heroicas a las almas y las lleva a practicar toda clase de virtudes, tanto en el plano natural como en el sobrenatural. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os instruyo. Paz a todo aquel que lea y crea este comunicado.

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