Hijos Míos, Soy Vuestra Madre Inmaculada quien os habla. Se que muchos de vosotros os preguntáis porque no os hablo más a menudo, pero hijos, si bien por mediación de este instrumento Me manifiesto poco, no así por medio de otros a los que a menudo doy Mis comunicados.
Hoy es el día de Mis amadísimos padres Joaquín y Ana, y a Mí como buena hija de ellos Me gusta que los honréis, Me gusta que pongáis a vuestros niños sus nombres y Me gusta que les hagáis novenas y peticiones, ya que Mis padres fueron muy buenos en la Tierra y amaban mucho a Dios Altísimo y, algo intuían de que sus vidas iban a ser trascendentales, pues sentían que la omnipotencia y bondad de Dios estaban en ellos. Mis padres fueron dignos judíos y conocían las Escrituras. ellos anhelaban la venida del Mesías al igual que cualquier israelita, y rogaban a Dios Altísimo para que este acontecimiento sucediera cuanto antes, no sospechaban que de ellos descendería el Salvador del Mundo, aunque como ya he dicho intuían que sus vidas serian trascendentales.
Mi madre fue una esposa fiel y sumisa, amada de Mi querido padre Joaquín que era recto pero sin ser déspota y, cuya humildad saltaba a la vista de sus contemporáneos. Sus virtudes fueron para Mí una gran escuela y ellos desde el primer momento que tuve uso de razón Me hablaban del Dios Altísimo y Me transmitieron su amor y su reverencia. Soy María Santísima quien os habla.
Hijos Míos, los que estáis casados debéis llevar vuestro matrimonio santo y sobrellevar juntos las cargas de vuestro estado. Bien sabéis que Mi Divino Hijo da la gracia de estado a todos para que cumpláis bien vuestras obligaciones y deberes conyugales, pero muchas, muchas de esas gracias las malográis porque oís más la voz de vuestro amor propio que la del Cielo, porque preferís más vuestros criterios que lo que Mi Hijo os da, por eso, debéis vivir todos en santidad conyugal, practicando la castidad y no haciendo de vuestro estado un comercio carnal al modo de los animales, que solo es para satisfacer sus instintos y no tienen amor de Dios, ni amor conyugal. Hijos, en el estado de matrimonio se han santificado muchas almas y han llegado a grandes cotas de santidad, porque Dios todo lo hizo bueno y, solo la criatura pervierte y malogra los planes de Dios. Yo, María Santísima, os hablo y os asesoro.
Pedidme ayuda a Mí que también fui esposa y veréis como es fácil santificarse en estado de casados. Yo, la Virgen María, os hablo.
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