Miradme, hijos Mios, miradme Crucificado

19 mayo, 2011

La ingratitud es un pecado que apenas nadie se confiesa, porque no agradecer los dones de Dios, es un acto de injusticia hacia El

Los Ángeles son espíritus puros que constantemente alaban y adoran a Dios Todopoderoso. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

Ellos fueron probados y ganaron la prueba, aunque miríadas de Ángeles cayeron en el tenebroso abismo porque no la superaron y se revelaron contra Dios, pero desde que los Ángeles superaron la prueba ya nunca más hizo falta probarlos, porque confirmados en gracia adoran eternamente a Dios y gozan de El. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

Pero hijos, vosotros que fuisteis redimidos por el mismísimo Hijo de Dios, no solo no adoráis y alabáis a Dios, sino que lo blasfemáis y lo ignoráis y no le dais gracias bajo ningún aspecto por todo lo que Dios Todopoderoso hizo por vosotros. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

La ingratitud es un pecado que apenas nadie se confiesa, porque no agradecer los dones o favores que Dios os hace, es un acto de injusticia hacia El que merece toda clase de alabanzas y de reconocimientos.

Los Ángeles ante el Trono de la Majestad Divina alaban a Dios Altísimo día y noche, si bien en el Cielo no hay tiempo, ni espacio, os hablo así para que vuestra mente limitada entienda, y si ellos hubieran sido redimidos con la Sangre Preciosísima del Cordero Inmaculado, su amor a Dios seria tan ardiente que humanamente no existe comparación.

Hijos de Dios, os creéis con derecho a todo por parte de Dios, pero con pocas obligaciones para con El. Cuando algo os sale mal pensáis porque Dios ha permitido ese mal o fracaso, pero nunca pensáis que haya sido vuestros los nefastos resultados. Solo pensáis en Dios para criticarlo, para echarle en cara, para pedirle cosas que os interesan, pero pocas almas acuden a El para ofrecerle su vida, sus sentidos, sus servicios. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

No seáis, hijos de Dios, desagradecidos hacia Vuestro Padre Celestial. Dadle cada día gracias por el don de la vida, por los dones que tenéis, por la libertad de que sois beneficiarios, por vuestras familias, hijos y cónyuges, por vuestro trabajo, salario y demás. Y si tenéis días de prueba -incluso años de prueba- ofrecedlos a Dios Altísimo para que en el Cielo esos días se conviertan en méritos y gozos eternos. Yo, Espíritu de Dios, os hablo. La paz de la Santísima Trinidad esté con todos vosotros.

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