Los dolores, hijos Míos, son monedas espirituales de gran valor en las cosas de Dios, quien no ha conocido nunca un dolor o amargura, bien sea en el cuerpo o en el alma, no ha bebido entonces del cáliz de la salvación que fue el dolor (1). Yo, Jesús, os hablo.
No debéis preocuparos por los dolores que la vida os traiga o que el Cielo os mande, mas bien debéis preocuparos porque ellos sean escalones que os hagan subir al Cielo más rápidamente, porque el mérito no está en tener cual o tal dolor, sino en saberlos sobrellevar y ofrecérmelos, porque ofrecidos ya no os pertenecen y Yo los aplico a otras almas que no tienen méritos o que débiles van por caminos de perdición. Yo, Jesús, os hablo.
Quien más quien menos todos en esta vida tienen penas y sinsabores, pero hijos, os vuelvo a repetir que no está en la inmensidad del dolor el mérito, sino en saberlo aceptar, afrontar y ofrecer, porque si se sufre mucho y se hace renegando o blasfemando, ese sufrimiento se lo lleva Satanás, pero aunque se sufra poco, si se hace con conformidad y aceptando cada día la cruz, ese sufrimiento lo tomo para el bien de Mi Cuerpo Místico y la evangelización de paganos que aun no conocen Mi Evangelio. Yo, Jesús, os hablo.
No os lamentéis por quienes tienen padecimientos, sean de la índole que sean, más bien lamentad que el que sufre no sepa hacerlo con dignidad, y el sufrimiento, no le sirva para santificarse y crecer más en la virtud. Rezad por los que padecen para que sepan sobrellevar su cruz. Ayudadles con vuestras oraciones y sacrificios, y en vez de pedirme que les quite sufrimientos a Mis almas, pedidme más bien que les ayude a sobrellevarlos y a aceptarlos, para que ellos les sirvan de corona en la Vida Eterna. Yo, Jesús, os hablo.
Quien sabe sobrellevar la amargura con resignación y sin renegar, aceptando cada día su dosis, es un alma cristiana que ha entendido Mi doctrina y vive conforme a Mi voluntad. Yo, Jesús os hablo. Pero quien sufre renegando y cada día lo convierte en un infierno, para sí mismo y para los demás, esas almas pueden no alcanzar la Vida Eterna o para alcanzarla tendrán que ser ayudados con muchas, muchas oraciones y sacrificios de los de su entorno. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo. Mi paz a todos vosotros que afanosamente leéis estos escritos.
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