Un alma es un tesoro inestimable para Dios Eterno. Yo, Espíritu de Dios, os hablo. El valor de cada alma es para Dios Altísimo único e inigualable a cualquier otra cosa de la Creación, y vosotros criaturas limitadas, no sabéis entender esto porque es un misterio inmenso que pocos alcanzáis a vislumbrar.
Por eso, Hijos de Dios, todo lo que hagáis por las almas y su salvación, Dios lo bendice y lo acepta y le agrada sobremanera, porque la salvación de un alma, es algo que Dios desea mucho. Tanto valen las almas para Dios Eterno que por salvarlas del pecado en que el hombre mismo se había metido, mandó a Su Unigénito para redimirlas. Y podréis pensar que con tantas almas como hay en todas las generaciones un alma más o menos ¿qué importa?, pues a Dios Altísimo, Padre de las almas que a todas creó con infinito amor, la perdición de una sola alma, aunque se salvaran todas las demás, es un dolor que no podéis comprender. Pero los demonios tienen ese conocimiento y saben lo que le duele a Dios Padre perder las almas, y de ahí, como consecuencia del odio que le tienen, con el fin de proporcionar a Dios Todopoderoso ese dolor inigualable que le supone la pérdida de las almas, tratan de perderlas, aunque ello (a los demonios), les aumente el tormento en el infierno. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Las almas son para Dios Todopoderoso seres únicos e insustituibles. Cada alma es para El de un valor inapreciable, y si el alma creada por El llegara a las cotas de perfección o santidad que le tiene establecido, ese alma por sí sola sería en el Cielo un paraíso de delicias único e irrepetible. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Dais muy poca importancia a la preparación de las almas. Las dejáis morir sin preparación, sin sacramentos, sin medios espirituales que provoque en ellos la vuelta a Dios. Le dais toda clase de atenciones físicas pero en que desolación tan grande dejáis sus espíritus, y no le nombrais para nada el Santo Nombre de Dios Altísimo, el de Su Redentor y el de Su Santa Madre, la Santísima Virgen. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Todo lo que Dios ha creado es bueno y santo y de un gran valor a sus ojos, sois vosotros las criaturas los que torcéis los planes de Dios, ensuciando con el pecado y la inmoralidad vuestras almas que son inmortales, y que las tenéis en grandísimo abandono. Así pues hijos de Dios, limpiad vuestras almas de pecado, de odios, de malos pensamientos, y deseos y pedir a vuestros ángeles custodios que os guíen por sendas de salvación y que intercedan a Dios Altísimo por vosotros. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os instruyo. La paz de la Santísima Trinidad os alcance.

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