Miradme, hijos Mios, miradme Crucificado

18 agosto, 2010

Os avergüenza llevar cruces y os tatuáis los cuerpos con horrendos y monstruosos adornos que alegran a Satanás

La Cruz es signo de salvación. Yo, Espíritu de Dios, os hablo. Quien ama y honra a la Cruz honra el signo con el que fue rescatado del pecado, pues quiso el Redentor del Mundo escoger la Cruz como signo de salvación. El pudo haber escogido otro instrumento de tortura, pero quiso que fuera la Cruz, para que así al verlo Crucificado la almas supieran lo que le costó redimirlas y los padecimientos atroces que tuvo que pasar. Yo, Espíritu de Dios, os hablo

Hijos de Dios, deberíais tener en todos los hogares la Santa Cruz colgada en vuestras paredes y enseñar a vuestros pequeños la importancia de este signo. Deberíais besar cada día la Cruz y venerarla con sumo amor, pues por ella os trajo el Redentor del Mundo la salvación eterna. Pero ved que la desecháis de vuestros hogares y la guardáis en los trasteros o la tiráis a los contenedores de basura. No se estima para nada este signo de salvación por el que el Redentor padeció tanto y, a sus pies Su Santa Madre. La Virgen amaba la Cruz santísima que llevó a Su hijo a morir por todos vosotros, y vosotros hijos de Dios, pecadores empedernidos, os olvidáis del instrumento con el cual Dios os redimió. ¡Cuanta insensatez!

Ya no lleváis en vuestros cuellos las cruces que antaño portabais como señal de cristiano. En vuestras primeras comuniones os regalaban esas cruces y ya no os la quitabais. Ahora os avergüenza llevar cruces y os tatuáis los cuerpos con horrendos y monstruosos adornos que alegran a Satanás, porque todo es paganismo y en muchas ocasiones es satanismo. ¿Cómo profanáis vuestros cuerpos que son templos del Espíritu Santo?

Recibís al Señor de cualquier forma, sin limpiaros el alma en el Sacramento de la Penitencia y también con vuestros cuerpos sin recato alguno, sin considerar que va a entrar en vosotros el Señor de Cielos y Tierra, y cuyos Ángeles, se anonadan ante El, y vosotros lo tomáis como si fuera una píldora, sin miramiento, sin fervor, sin fe, sin las condiciones adecuadas, tanto externas, como internas. ¡Ay generación perversa! se os pedirá estrecha cuenta de todo, de todas las profanaciones y sacrilegios que hacéis con el Señor. ¡Ay almas de este siglo! ¡Cuantas irreverencias! ¡Cuantos atrevimientos! ¡Cuantos abusos! Yo os digo que la justicia de Dios hará temblar a este planeta que se ha atrevido a tanto con el que es el Señor de Cielos y Tierra, Redentor de las almas, Dios Todopoderoso. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os prevengo. La paz de la Santísima Trinidad alcance a todo aquel que de buena voluntad crea y ponga en práctica estos mensajes.

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