Miradme, hijos Mios, miradme Crucificado

27 enero, 2010

No quieren saber que la Redención vino por un Crucificado

Dolor inmenso es morir como Yo lo hice con toda clase de tormentos para la salvación de las almas, dolor inmenso. Yo, Jesús, os hablo.

Pero más dolor inmenso es morir por amor como lo hice, con toda clase de tormentos, para condenación de muchas almas, mucho más dolor, mucho más.

Hijos de Mi Santa Madre, nadie puede medir el dolor acérrimo que sentía en Su interior al saber que a muchos no aprovecharían Mis azotes, Mis espinas, Mis clavos, Mi sed ardiente. ¿Quién puede medir el dolor de una madre por su hijo agonizante, torturado, flagelado, menospreciado y traicionado? ¿Quién?.

Le llamáis Reina de los mártires y lo es, porque nadie como Ella sufrió y padeció por las almas y por Mí, Su Divino Hijo. ¡Nadie como Ella! Por eso, la gloria de Mi Madre en el Reino de los Cielos es única a la de todos los bienaventurados, porque Su dolor no es explicable con palabras humanas, pues fue un dolor sobrenatural, en todas las dimensiones. Ella sufrió por las almas y por Mí y por la Santa Iglesia naciente. Ella padeció al pie de la Cruz Mi propio martirio, sin derramamiento de sangre. Yo, Jesús, os hablo.

Hijos de Mi Corazón Divino, inclino desde la Cruz Mi Cabeza y veo a la Humanidad enloquecida por el placer, el  desenfreno, lo material y mundano. Veo a la Creación de Mi Padre pervertida, encenegados en odios y rencores, en homicidios, en crímenes de toda clase y, muero por ella, para salvarla. Pero la Humanidad Me da la espalda, no quiere nada con Su Redentor y quitan de sus lugares los crucifijos, así no tienen nada que les recuerde lo que Yo y Mi Santa Madre padecimos. No quieren saber que la Redención vino por un Crucificado, solo desean pasar ésta efímera vida en deleites que nada tengan que ver con Mi Crucifixión, ni el martirio de Mi Santa Madre, ni mi santa doctrina.

Hijos Míos, ¿tengo que vivir perpetuamente Crucificado? ¿Tengo que vivir perpetuamente ignorado de la mayor parte de vosotros que no quieren saber nada de Mí? Lo he intentado tantas veces, tantas veces he intentado atraeros a Mi Corazón para sanar vuestras heridas, esas que os hace el pecado y que son odios y rencillas, deseos de venganza, desalientos y toda clase de males morales.

Venid a Mí pecadores arrepentidos, venid a Mi Santo y Sublime Corazón. Venid a Mí los que en el pecado no encontráis la felicidad y Yo os la daré con creces, Yo que Soy la misma santidad. Venid hijos Míos y besad a Vuestra Santa Madre, que Ella, bien que padeció por vosotros al pie de la Cruz. No os importe la negrura de vuestras almas porque os las lavaré con Mi Preciosa Sangre y os la blanquearé con Mi amor, pero venid, venid, Soy el Crucificado, venid y calmad la sed ardiente que tengo de vuestro amor. Yo, Jesús, os hablo. Yo, Vuestro Redentor, os reclamo. Venid, hijos, venid.

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